26 ago 2012

Entre Ficción y Realidad, análisis del otro lado del espejo.

Desde hace semanas, lo único que hago es pensar y pensar, vivir por inercia, pero siempre pensando. Medito, me miro al espejo, pongo música, abro una cerveza, como algo, pero sigo pensando. ¿En qué? En tantas, pero tantas cosas, que terminan por cancelarse unas a otras como si fuesen frecuencias (quizás, de alguna forma, nuestros pensamientos son una especie de frecuencias), mi mente queda en blanco y vuelve a llenarse de colores, de ideas, pensamientos, alegrías y tristezas. Pero siempre hay un destello solar y fugaz que se repite entre tanta obscuridad que veo. Suerte para mí, que esto me indica algo bueno, o al menos eso es lo que me gusta creer.
Es curioso, el espejo funciona como una especie de prisma donde uno es la luz que lo atraviesa y la imagen que ve es el espectro de colores, el detalle de cada parte de nuestro ser.
Vuelvo a verme en él, pero mi rostro indiferente no es lo que veo ahora, si no mis manos. Mis manos secas y lastimadas, con millones de líneas que forman figuras que todos los días veo y nunca les dí mi atención. Una ampolla en una palma, algo como una verruga seca si se quiere, en la otra, y una astilla que parece nunca haber querido irse. Manos en fin, pero un par de manos que aún no tienen la costumbre de tener a alguien, alguien que más allá de no pertenecerles, puede ser un privilegio tener. Y ellas me preguntan ¿por qué?  Y simplemente les contesto que no sé, será que estamos mejor solos, pero en el fondo, bien en el fondo de mi cuerpo frío, a veces sé que no es así. ¿Me importa? Sí, claro. Por ahí no tanto como antes, el haber aprendido a vivir conmigo mismo y mi existencia hace solo un par de años, me ha dado una visión nueva de mi ser, pero como he demostrado en ocasiones anteriores, creo fielmente en el complemento que puede ser alguien más.
Y así, sin más que decirles, creo que finalmente he descubierto un nuevo yo que me ha permitido seguir adelante con las tantas cosas que me propuse en estos tiempos, cuando estuve a punto de abandonar todo.
¿Y ustedes, alguna vez tuvieron esa sensación de llegar a alguna cercanía, aunque sea mínima, de autorrealización, pero sin saber cómo ni por qué?